Con un kit básico y trabajando en el comedor de su casa, Alejandra Cisternas empezó a trabajar para lograr su sueño de tener un negocio propio. A sus 47 años, decidió emprender con un proyecto de estampados y sublimación. En el camino, y pese a que al duro golpe que ha tenido en sus ventas por los efectos del estallido social y ahora la pandemia, asegura con orgullo que su negocio “Alecitasol” crece “lento pero seguro” en la ciudad de Antofagasta.
“Empecé con mi negocio principalmente para incrementar el dinero en el hogar porque no nos alcanzaba. Mi esposo se había quedado sin trabajo y estaba manejando Uber, entonces vivíamos con lo justo. Pero además, yo tenía la motivación de este negocio porque solía ir a pasear a unas ferias que hacían el Parque Croata de Antofagasta y me gustaba mucho ver los puestos de estampados”, cuenta Alejandra.
Fue así como, junto a su marido compraron las herramientas para empezar en el mundo del sublimado y comenzaron a vender sus productos en ferias de emprendedores, realizando estampados personalizados de poleras, tazones, calcetas, pantuflas y jockeys.
La emprendedora cuenta que al principio las ventas eran lentas. “En un momento pensé en desistir, porque me pedían cosas que yo no podía hacer. Los clientes me pedían imágenes más grandes o querían diseños con letras y para sublimar texto necesitaba una máquina de corte que no tenía”, explica.
En abril de 2020, por recomendación de una amiga, decidió escribir al programa de Impulso Inicial de Fundación Luksic. “A ella la habían ayudado, así que mandé un mensaje sin hacerme muchas ilusiones. Pero a las semanas me respondieron que aceptarían mi caso y pude comprar la máquina de corte. El cambio en los tipos de estampados ha sido increíble”, cuenta.
A pesar de que la pandemia ha tenido un efecto negativo en sus ventas ya que varias veces no ha podido realizar entregas o producir sus productos, Alejandra asegura que durante marzo han crecido mucho sus clientes. “Siento que las personas ahora se identifican más con mi negocio, porque vuelven y eso para mi es una señal de que les gustó. Además se me ocurrió empezar a hacer cojines con una máquina de coser que me presta mi hermana y se han vendido muy bien”, comenta la antofagastina.
Una de las convicciones que la emprendedora asegura que ha tenido en el último año y medio ha sido el no desistir: “En eso yo soy super positiva. Lo que pienso es ‘incluso si vendo una luca, es una luca que antes no tenía”, es algo que me enseñó un caballero que conocí en una expoferia, y me ha ayudado a ser siempre optimista y confiar en mi emprendimiento”.
Al igual que muchas otras personas actualmente, durante el último año Alejandra ha tenido que adaptar su rutina diaria con sus hijos de 15, 14 y 10 años estudiando en casa. En ese sentido, el consejo de Alejandra para otras emprendedoras es “que sigan su sueño. A muchas mujeres les pasa que como uno trabaja en la casa, termina siendo dueña de casa, mamá, esposa, e incluso profesora ahora que estamos en pandemia. A veces dan ganas de bajar los brazos y mandar todo a la punta del cerro, pero hay que convencerse de que no, hay que estar enfocada en el sueño que uno tiene, porque cuando uno hace lo que realmente quiere es cuando le va bien”, afirma con esperanza.
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