Ricardo Luengo y Pía Hermosilla comenzaron hace siete años con El Ahumador XI, un emprendimiento de ahumado artesanal de salmones y truchas de la zona, proyecto que fue acreedor del segundo lugar del premio patrocinado por la fundación Impulso Inicial. Coyhaique-. ‘¡No lo podíamos creer! Cuando nos metimos a revisar la página del concurso y vimos que quedamos dentro de los 60 ganadores, lo primero que hicimos fue intentar confirmar si lo que estábamos viendo era verdad.
Llamamos amigos para que se metieran al link y ver si era verdad’, cuenta muy emocionada Pía Hermosilla que, junto a su marido, recibieron 5 millones de pesos y 6 meses de acompañamiento académico por parte de la Escuela de Administración UC. Todo comenzó hace siete años, cuando Ricardo Luengo, quien se desempeñaba como dibujante técnico en la Municipalidad de Aysén quedó sin trabajo. Amante de la pesca deportiva y dispuesto a ocupar su mente para mantenerse activo, salió junto a sus amigos y hermano a pescar, capturando algunas truchas que decidió ahumar para compartir con su señora y sus dos hijos. ‘Al día siguiente nos invitan a un cumpleaños y como estaba sin pega, les llevamos de regalo unas truchas ahumadas. Tuvieron muy buena aceptación, nos fue excelente. La gente que estaba ahí empezó a preguntarnos dónde las habíamos comprado y les dije que las había hecho yo’, cuenta con entusiasmo el microempresario de 43 años.
Ese mismo día recibió sus primeros encargos, tanto de sus amigos como de gente que no conocía, dando origen a El Ahumador XI. ‘No sabía cuánto cobrar y tuve que averiguar. Los primeros los vendíamos a 9 mil el kilo’, explica. Como el producto, en ese entonces, no era muy comercializado en la zona, los precios eran bajos. Hoy el kilo lo venden a $16.500 y, según cuenta Pía, sigue siendo un precio muy competitivo. ‘Cuando ya empezamos a hacerlo más profesional y gourmet comenzó a aumentar el precio. Así y todo estamos un 40% más barato que la competencia de la región y más aún en Santiago que el kilo puede llegar a costar 40 mil pesos’. Se trata de un oficio que Ricardo aprendió de su padre y que ha ido perfeccionando y profesionalizando con el tiempo, aunque sin abandonar el proceso tradicional. Tanto los salmones como las truchas son comprados a un pescador artesanal.
Es 100% natural y no contiene químicos, saborizantes, colorantes ni preservantes. Se ahúman en madera nativa y aserrín, se le agrega sal de mar y, si el cliente lo desea, también se le puede incluir especias, como merquén, eneldo, orégano y final hierbas. Un emprendimiento que hizo a este matrimonio acreedor del segundo lugar del concurso Impulso Chileno, premio que consiste en cinco millones de pesos y 6 meses de acompañamiento académico. ‘La idea es que con el premio podamos industrializar el proceso del sellado y contar con una balanza con rotuladora. Además, estamos trabajando para tener la resolución sanitaria’ explica Ricardo. Por su parte Pía ve en el apoyo por parte de expertos de la Escuela de Administración UC como una gran oportunidad: ‘cuando tuvimos que presentar nuestro proyecto nos dimos cuenta que nos faltaban muchas cosas por aprender y por eso este acompañamiento va a ser básico para nosotros. Y que sea de la Pontificia Universidad Católica es un valor agregado incalculable. Es increíble que te sigan apoyando post premiación’, concluye la emprendedora.
Esta segunda versión de Impulso Chileno mantuvo su principal foco y misión: dar una oportunidad a personas de todo el país que tengan un proyecto para emprender, pero que no han obtenido el apoyo necesario para sacarlo adelante. Después de escuchar los diversos pitch, de 2 minutos duración, el jurado deliberó y al igual que en su primera edición, premió a los emprendedores con $360 millones para financiar sus iniciativas en todo el país.
Los primeros 20 proyectos con la mayor puntuación obtuvieron $10 millones para invertir en sus emprendimientos. Estos fueron secundados por otras 20 iniciativas que recibieron $5 millones y los 20 terceros recibieron $3 millones. Además, todos ellos obtendrán acompañamiento académico durante 6 meses por parte de la Escuela de Administración de Pontificia Universidad Católica de Chile, a partir de marzo.