El bus viaja a gran velocidad por la carretera. Afuera, la lluvia del sur de Chile golpea el techo, adentro, los pasajeros rebotan en sus asientos con el movimiento constante de la máquina. Un joven de 19 años afirma su mochila con fuerza. Dentro lleva el trabajo de semanas: decenas de creaciones talladas en madera por sus propias manos. Servilleteros, cajitas para las bolsas de té, cucharas y otros utensilios. Todos con la esperanza de venderlos en algún mercado o feria artesanal en los pueblos cercanos a Villarrica.
Doce años después, Cristopher Basualto (31) recuerda esa época con cariño. Fueron sus inicios como artesano, oficio que aprendió de su tío: «Desde pequeño siempre me gustó inventar cosas. Como tenía necesidad de trabajar y además era creativo, mi tío me enseñó a tallar pinchos para cocktail para la venta. De a poco empecé a aprender a crear nuevas cosas y me fui dedicando a esto».
Al principio no fue fácil. Por una parte, tenía que recorrer kilómetros a pie y en bus cargando los pesados productos, pero además los clientes pagaban precios muy bajos por ellos: «Partí a los 19 años haciendo los productos típicos en madera que fabrican todos los artesanos, y como todos ofrecíamos lo mismo, los precios que pagaban por esas cosas eran muy bajos. Me di cuenta que tenía que inventar mis propias creaciones para que me pudiera ir mejor».
Fue así como, utilizando la creatividad que lo había caracterizado desde niño, hizo su primera pieza original: un carrusel con pinchos para cocktail. «El segundo producto que inventé fue un chancho para el pebre y ese se ha vendido muchísimo. En toda la zona me conocen por los chanchitos: Pucón, Villarrica, Lican Ray y todos esos sectores», destaca Cristopher, quien asegura que actualmente la mayoría de sus productos son creaciones e inventos propios.
Su negocio ha ido creciendo y tomando fuerza. El gran salto lo dieron hace un par de años cuando con la ayuda de su señora Yixila, crearon su página de Facebook “Arte Madera Raulí” y comenzaron a hacer despachos en todo Chile. «Lo que caracteriza a mis productos es que todos están pensados para gastronomía gourmet. Desde fuentes para ensaladas, hasta tablas de cosas para picar, pocillos para salsas, entre muchas otras cosas. Yo tallo, lijo y torno mis productos utilizando madera de raulí, porque es nativa y de gran calidad. Además a las personas les gusta mucho su color rojizo natural».
El emprendimiento ha tenido mucho éxito y constantemente recibe nuevos pedidos, tanto es así que incluso en ocasiones se ha quedado sin stock por el alto número de solicitudes. «Nos faltan máquinas todavía para poder tener un taller con mayor capacidad, estamos trabajando en eso», cuenta Cristopher. Con el objetivo de mejorar su capacidad productiva, a principios de este año recibió un aporte del programa Impulso Inicial de Fundación Luksic. «Compramos una máquina para el avance del tallado y otra para pulir mis creaciones que me ayudaran a trabajar con mayor velocidad», asegura.
A futuro, a Cristopher le gustaría tener su propia industria, generar empleos en la zona y “enseñar a las nuevas generaciones como trabajar y enseñar el arte de dar vida útil a la madera. Pretendo que mi negocio algún día sea algo gigante. Quizás falta harto para eso, pero ningún soñador es tan pequeño, ni ningún sueño demasiado grande», asegura el artesano.
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