En menos de cinco años, esta psicóloga ha logrado posicionarse a nivel mundial en una disciplina extrema: la natación en aguas gélidas. Este año se apronta a superar el Everest de los nadadores: el Canal de la Mancha. Quiere ser la primera latina en completar el cruce de los Siete Océanos.
Aunque la bautizaron como sirena de hielo, sorprende al contar que ‘soy súper friolenta, me encanta el sol, tal vez si nadando en agua caliente no me diera sueño (como me da), me hubiera dedicado a nadar en el Caribe, pero en el agua fría me va muy bien’. Tanto, que por su participación en el circuito de competencias internacionales de la especialidad de aguas gélidas, Bárbara Hernández Huerta llegó el año pasado al número uno del ranking de la International Winter Swimming Association (IWSA). Esta disciplina era prácticamente desconocida como tal en nuestro país antes de los logros alcanzados en los últimos años por esta psicóloga chilena, que ha ganado medallas de oro desde su primera participación en un torneo mundial. Y por incursiones como el cruce del Estrecho de Gibraltar, la nadadora figura en el lugar 21 del ranking 2019 de las mujeres más aventureras del mundo, que elabora la World Open Water Swimming Association (WOWSA), la organización mundial del nado en aguas abiertas; además de otros reconocimientos como el premio Energía de Mujer que Enel entrega en los primeros días de marzo.
La ice siren (seudónimo que aparece en la página de la WOWSA), aprendió natación en la piscina de la Universidad de Chile ubicada en la calle Artesanos de su comuna, Recoleta (por lo que se declara ‘chuncha de toda la vida’), y siguió entrenando allí cuando entró a esa casa de estudios a la carrera de Psicología. Admiradora de las hazañas del Tiburón Contreras —el primer nadador nacional en cruzar el Canal de la Mancha en 1982—, a los 18 años empezó a nadar en aguas abiertas, siendo seleccionada nacional de esta disciplina y compitió a nivel sudamericano. También empezó a seguir la ruta del mediático nadador porteño: en 2010 cruzó el Estrecho de Magallanes y el Canal de Chacao. Pero, como señala:
—Para poder hacer esas cosas había que tener apoyo, mi familia es de esfuerzo. Soy la primera generación que pudo ir a la universidad, entonces no era una opción dedicarme solo a nadar y había que continuar estudiando. Seguí entrenando, hasta que casi al terminar la universidad descubrí este mundo de las aguas gélidas.
En 2014 la invitaron a la Patagonia Argentina para nadar en el glaciar Perito Moreno. Bárbara era la única que no había nadado nunca en esas condiciones: la natación en aguas gélidas se practica en aguas de 0 a 5 grados, con traje de baño normal, no de neopreno, y sin usar grasa, lanolina, ni ningún tipo de aislante del frío en la piel. Y llegó primera en el trayecto de mil metros. Entonces quiso integrarse al circuito de este deporte extremo.
Rutina
Bárbara Hernández se levanta todos los días a las 5 de la mañana para ir a entrenar a la piscina del Estadio Nacional, y así ejercitar su técnica, de 6 a 8. Luego parte a trabajar: en los últimos dos años ha estado al frente de la dirección de Deportes de la Municipalidad de Recoleta. Unas tres veces por semana practica yoga, que ayuda a la concentración, y periódicamente también va a nadar a la laguna del Inca, en Portillo, para entrenar la resistencia a la temperatura. Todo ello combinado con la autogestión para conseguir financiamiento para sus participaciones en competencias en el extranjero y sus incursiones en los icónicos cruces como el realizado en agosto del año pasado en el estrecho de Gibraltar, o anteriores travesías por los glaciares de la Patagonia chilena. Estas hazañas le han servido para posicionarse:
—Desde chica me moría de ganas de que alguna vez ojalá alguien supiera que yo nado acá en Chile y por tercer año consecutivo (la WOWSA) me han reconocido dentro de las 50 nadadoras más aventureras del mundo de aguas abiertas. Ellos hacen un barrido que abarca los nados en los glaciares, los hielos, todas estas cosas y uno ahí también da a conocer a Chile y lo mismo van haciendo otros deportistas.
En este sentido, en 2009 se estableció un circuito que se conoce como el de los Siete Océanos, que son cruces a nado icónicos, de distancias de 15 a 42 kilómetros, que cubren los siete mares: el estrecho de Gibraltar, que separa Europa y África; el estrecho de Tsugaru, que conecta el mar de Japón con el océano Pacífico; el estrecho de Cook en Nueva Zelanda; el canal del Norte entre Irlanda del Norte y Escocia; el canal de Molokai en Hawái; el canal de Catalina en California y el canal de la Mancha, que separa Inglaterra y Francia. Este último es considerado ‘el Everest de los nadadores’, señala Bárbara, por la extrema dificultad de sus corrientes, y cruzarlo es el desafío que espera cumplir en agosto próximo. Hace cuatro años que postuló: cada una de estas incursiones requiere de evaluaciones del deportista y permisos de las autoridades marítimas de la zona. Aparte de los recursos para acompañamiento: junto al nadador va una embarcación con su equipo de apoyo, al menos un entrenador para monitorear el nado y asistir en caso necesario, y en lo posible un camarógrafo que pueda llevar un registro en imágenes del trayecto.
—Solo ocho personas en el mundo lo han hecho (hay tres mujeres), y me encantaría ser una de las que viene. Si me va bien este año podría tener tres, me faltarían cuatro y ahí uno pasa a la historia mundial de la natación de aguas abiertas. Algunos lo han hecho en dos años, hay gente de 60 años que terminó de nadar su ultimo canal, eso igual te da esperanzas, sobre todo con lo difícil que son los apoyos acá, aunque me demore 10 años en conseguir la plata tal vez pueda hacerlo.
El financiamiento es tema recurrente en la conversación. El costo de estas expediciones o acudir a las competencias mundiales (que se realizan en Europa) parte en unos siete millones de pesos, lo que agrega una presión extra a cada incursión (‘tengo que ir muy preparada, porque para mí no es como ‘ah no pude nadar, lo intento el próximo año’, porque son muchos millones, entonces no es como decir le pido a mi papá o saco de lo que tengo guardado, no, es pucha ¿podré hacerlo de nuevo?’). Bárbara Hernández recalca que no vive de nadar, que es más difícil conseguir apoyo por no tratarse de un deporte olímpico, ya que si tuviera ese estatus (que es un objetivo de organizaciones como la IWSA) se podrían recibir recursos públicos. En cambio, debe estar siempre gestionando apoyos.
En su trayectoria, ha sido importante la ayuda del empresario Andrónico Luksic, al que conoció en la Patagonia, cuando se preparaba para ir a su primer mundial en Rusia en 2016, del que volvió con dos medallas de oro. El circuito de competencias se desarrolla entre noviembre y marzo. En su segunda temporada (2017-18), Bárbara quedó rankeada en primer lugar de la natación de invierno. La copa del mundo de este año continuará a fines de marzo en Carelia, pero antes será la primera chilena en participar en el kilómetro a cero grado en Rusia. En junio tiene programado el cruce del estrecho de Catalina, un trayecto de 32 kilómetros que forma parte del circuito de los Siete Océanos y la Triple Corona, que incluye también el canal de la Mancha y la vuelta a Manhattan, esta última que pretende lograr el próximo año.
Carrera
Sus logros deportivos le han dado una creciente fama a Bárbara Hernández, pese a tratarse de una disciplina no masiva. Contrariando la creencia de que la universidad es el cementerio de los deportistas, ha ejercido su profesión de psicóloga infanto-juvenil en consulta y hospital, y también hizo un magíster en investigación en la misma Universidad de Chile. En los últimos dos años, su trabajo en la dirección de Deportes de la Municipalidad de Recoleta ha estado orientado a dar acceso a la práctica deportiva a grupos como los adultos mayores. En su gestión se habilitó la piscina municipal para que fuera techada y temperada y poder ofrecer cursos gratuitos a los colegios de la comuna, al igual que talleres de atletismo y tenis. También dicta charlas de orientación en las que aplica su experiencia en el deporte, que le ha transmitido el valor de la perseverancia, la disciplina para seguir una rutina de entrenamiento exigente y tolerar la frustración que genera una lesión o la falta de apoyo, que dificulta proyectarse.
—Siento que los deportistas también tenemos una obligación que es desde distintos lugares ir posicionándonos, no solo como deportistas, sino como personas capaces de ir transformando la sociedad. A veces priorizamos solo el deporte y nos desvinculamos del medio. Soy psicóloga del lado constructivista, que es esto de cómo los seres humanos somos capaces de ir construyendo nuestra vida, con todas las limitaciones que implica el lugar donde crecimos, las oportunidades que tenemos, pero también somos capaces de darles significado a las cosas que hacemos, por qué hacemos lo que hacemos.
—De su trabajo con niños, ¿qué visión tiene?
—Creo que estamos al debe como sociedad, lo que pasa es que los niños al final casi se crían solos en el colegio, los que puedan tener nana con la nana, y los papás de los distintos estratos todos trabajan full porque de eso mismo dependen tus oportunidades. Es difícil tratar a un niño solo en terapia, sin incluir al círculo de los padres y también sin ponerse en el lugar de esos padres que deben trabajar toda esa cantidad de horas. Está también el vínculo con las redes sociales, el niño no tiene ni 6 meses y ya está enchufado porque así se queda tranquilo, pero eso tiene consecuencias: criamos personas que no son tolerantes a la frustración, que quieren todo ahora ya. Por eso es tan importante, según yo lo veo, el deporte, que te da esa perseverancia y te vincula con otros que tienen tus mismos intereses.
—¿Y cómo se puede abordar el bullying que es tan frecuente?
—Hay que reconocer el contexto donde uno se mueve y si uno quiere modificar algo, no basta la palabra, hay que hacer intervenciones en esos lugares, por eso es tan grande el desafío. Trabajé un tiempo en Renca, tenía niños de distintos colegios, pero en terapia era inútil que yo les dijera ‘los problemas se arreglan conversando, paciencia, no tome en cuenta’, porque si el niñito hacía eso le pegaban más. Hay papás que son peores que esos niños, que los tratan mal, los insultan, entonces de cierta forma eso que a uno lo horroriza para ellos es adaptativo, es su forma de sobrevivencia.
Planes
Su rutina de entrenamiento y competencias han llevado a Bárbara a cambiar planes y prioridades en su vida personal, como haberse demorado más en independizarse. Su pololo, con el que lleva siete años de relación, la acompaña siempre que puede a entrenar y también en algunas travesías como en la Patagonia.
—No podría estar con alguien que no fuera así, preferiría estar sola.
Bárbara siente que ha logrado romper estereotipos, como que la carrera del deportista se acaba a los 18 años o que es incompatible con la universidad. Tampoco siente presión social por ser madre.
—En los ambientes en que me muevo, nadie me pregunta cuándo vas a ser mamá, me preguntan para dónde te vas ahora, cuál es tu proyecto, qué viene, no me siento presionada en ese sentido. Me veo siendo mamá y seguir compitiendo, me gustaría tener tiempo para ser mamá también, al final la pregunta es cuál es el legado que quiero dejar a ese hijo.
—Con su experiencia en gestión, ¿le gustaría trabajar en el Ministerio del Deporte?
—En las charlas a los chiquititos lo que más les digo es que tienen que estudiar, y que busquen una carrera que les guste y que uno pueda ir vinculando toda esa experiencia que uno acumula, para poder después ponerlo al servicio de otros. Que haya deportistas en salud, en educación, cultura, en ministerios, es otra visión también con lo que uno puede contribuir. Tendré que pensarlo en algún minuto, por ahora tengo que seguir esforzándome y entrenando y nadando, que es un buen momento porque la gente está más dispuesta a estas aventuras.
—En un deporte tan extremo como el suyo, ¿dónde esta lo placentero?
—Es doloroso, la recuperación es difícil, es muy mental también porque nadar a estas temperaturas siento que saca siempre lo mejor y lo peor de ti, todos tus miedos, tus angustias pero también todas tus fortalezas. Uno lidia con distintos tipos de dolor, de frustraciones, de angustias, ¡obvio que me da miedo! Cómo no me van a dar miedo las corrientes o nadar de noche, donde a veces hay tiburones o en la Patagonia viendo una foca leopardo que se traga pingüinos, arriba de un pedazo de hielo y yo nadando un poco más allá… Pero es adrenalínico y es bonito sentir que uno puede hacerlo, como que me gusta mucho lo difícil. Y estás conectado con la naturaleza, uno se queda con estos lugares hermosos, y más cuando uno representa a Chile.